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El mundo es inseparable del sujeto, pero de un sujeto que no es más que un proyecto del mundo, y el sujeto es inseparable del mundo, pero de un mundo que el sujeto mismo proyecta.
Maurice Merleau-Ponty
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- El ‘yo’ es una conciencia desnuda, que acompaña a todos los conceptos. En el ‘yo’, ‘nada más está representado que un sujeto trascendental de pensamientos’. ‘La conciencia en sí misma (es) no tanto una representación… como una forma de representación en general.’ El «yo pienso» es «la forma de la apercepción, que se adhiere a toda experiencia y la precede». la ‘persona práctica’ cuando se habla de ‘inteligencia’—en la expresión ‘yo actúo’. En el sentido de Kant, debemos tomar decir «yo» como decir «yo pienso». Kant trata de establecer el contenido fenoménico del “yo” como *res cogitans*. Si al hacerlo llama a este “yo” un ‘sujeto lógico’, eso no quiere decir que el “yo” en general sea un concepto obtenido meramente por la vía de la lógica. El «yo» es más bien el sujeto del comportamiento lógico, de la vinculación. ‘Pienso’ significa ‘Yo ato’. Todo atar es un ‘*Yo* ato’. En toda reunión o relación subyace siempre el “yo”, el ὑποκείμενον [hypokeimenon; sujeto; Asunto]. El *subjectum* es por lo tanto ‘la conciencia en sí’, no una representación sino la ‘forma’ de la representación. Es decir, el “yo pienso” no es algo representado, sino la estructura formal del representar como tal, y sólo esta estructura formal permite que cualquier cosa haya sido representada. Cuando hablamos de la “forma” de la representación, no tenemos a la vista ni un marco ni un concepto universal, sino aquello que, como εἶδος [eidos], hace que todo representar y todo lo representado sea lo que es. Si el “yo” se entiende como la forma de representación, esto equivale a decir que es el ‘sujeto lógico’. El análisis de Kant tiene dos aspectos positivos. Por un lado, ve la imposibilidad de reducir ónticamente el yo a una sustancia; por otra parte, se aferra al «yo» como «yo pienso». Sin embargo, vuelve a tomar este “yo” como sujeto, y lo hace en un sentido ontológicamente inapropiado. Porque el concepto ontológico del sujeto *caracteriza no la Mismidad del “yo” qua Self, sino la mismidad y la estabilidad de algo que está siempre presente*. Definir el “yo” ontológicamente como “*sujeto*” significa considerarlo como algo siempre presente. El Ser del “Yo” se entiende como la Realidad de la *res cogitans*.»―de_Being and Time_. Traducido por John Macquarrie & Edward Robinson, pp. 366-367
- …Esta inversión singular puede provenir quizás del hecho de que para nosotros el “sujeto” (desde el cristianismo) es el que sufre: donde hay una herida, hay un sujeto: ¡muere Wunde! Muere Wunde! dice Parsifal, convirtiéndose así en “él mismo”; y cuanto más profunda es la herida, en el centro del cuerpo (en el “corazón”), más sujeto se vuelve sujeto: pues el sujeto es intimidad (“La herida… es de una intimidad espantosa”). Tal es la herida del amor: un abismo radical (en las “raíces” del ser), que no se puede cerrar, y del que el sujeto escurre, constituyéndose en sujeto en ese mismo desangramiento”. Traducido por Richard Howard, pág. 189
- Así, con la cuestión del ser de la verdad y la necesidad de presuponerlo, lo mismo que con la cuestión de la esencia del conocimiento, se ha planteado generalmente un «sujeto ideal». El motivo de esto, ya sea explícito o tácito, radica en el requisito de que la filosofía debe tener el ‘*a priori*’ como su tema, en lugar de los ‘hechos empíricos’ como tales. Hay alguna justificación para este requisito, aunque todavía necesita fundamentarse ontológicamente. Sin embargo, ¿se satisface este requisito postulando un «sujeto ideal»? ¿No es tal tema *una idealización fantasiosa*? Con tal concepción, ¿no hemos pasado por alto precisamente el carácter *a priori* de ese sujeto meramente ‘fáctico’, el Dasein? ¿No es un atributo del carácter *a priori* del sujeto fáctico (es decir, un atributo de la facticidad del Dasein) el que esté en la verdad y en la falsedad equiprimordialmente? Las ideas de un ‘yo puro’ y de un la ‘conciencia en general’ están tan lejos de incluir el carácter *a priori* de la subjetividad ‘real’ que los caracteres ontológicos de la facticidad del Dasein y su estado de ser se pasan por alto o no se ven en absoluto. El rechazo de una ‘conciencia en general’ no significa que el *a priori* sea negado, como tampoco la postulación de un sujeto idealizado garantiza que el Dasein tiene un carácter *a priori* basado en hechos. las verdades eternas’ y el revoltijo de la ‘idealidad’ fenoménicamente fundamentada del Dasein con un sujeto absoluto idealizado, pertenecen a esos residuos de la teología cristiana dentro de las problemáticas filosóficas que todavía no han sido radicalmente expulsadas. El Ser de la verdad está conectado primordialmente con el Dasein. Y sólo porque el Dasein está constituido por la revelación (es decir, por la comprensión), puede entenderse algo parecido al Ser; sólo así es posible comprender el Ser». —de_Being and Time_. Traducido por John Macquarrie y Edward Robinson, p. 272
- Pero, ¿cómo sucede que si bien el ‘yo pienso’ da a Kant un punto de partida genuinamente fenoménico, no puede explotarlo ontológicamente y tiene que recurrir al ‘sujeto’, es decir, algo *sustancial*? El “yo” no es sólo un ‘yo pienso’, sino un ‘yo pienso algo’. ¿Y el mismo Kant no sigue insistiendo en que el “yo” permanece relacionado con sus representaciones, y no sería nada sin ellas? Para Kant, sin embargo, estas representaciones son lo ‘empírico’, que está ‘acompañado’ por el ‘yo’— las apariencias a las que el ‘yo’ se ‘aferra’. Kant no muestra en ninguna parte el tipo de Ser de este ‘apego’ y ‘acompañamiento’. En el fondo, sin embargo, su especie de Ser se entiende como el constante Ser-presente-a-la-mano del yo junto con sus representaciones. Kant, en efecto, ha evitado cortar el yo a la deriva del pensar; pero lo ha hecho sin partir del ‘yo pienso’ mismo en todo su contenido esencial como un ‘yo pienso algo’, y sobre todo, sin ver lo que ontológicamente se ‘presupone’ al tomar el ‘yo pienso algo’ como un característica del Yo. Pues incluso el ‘pienso algo’ no es lo suficientemente definido ontológicamente como punto de partida, porque el ‘algo’ permanece indefinido. Si por este “algo” entendemos una entidad *dentro-del-mundo*, entonces implica tácitamente que el *mundo* ha sido presupuesto; y este mismo fenómeno del mundo co-determina el estado de Ser del “yo”, si es que en verdad es posible que el “yo” sea algo así como un ‘yo pienso algo’. Al decir “yo”, tengo a la vista la entidad que en cada caso soy como un ‘yo-soy-en-un-mundo’. Kant no vio el fenómeno del mundo, y fue lo suficientemente consistente como para mantener las ‘representaciones’ separadas del contenido *a priori* del ‘yo pienso’. Pero, como consecuencia, el “yo” se vio nuevamente forzado a volver a un sujeto *aislado*, acompañando a las representaciones de una manera ontológicamente bastante indefinida.*Al decir “yo”, el Dasein se expresa como Ser-en-el-mundo*. ¿Pero decir «yo» de la manera cotidiana tiene *sí mismo* a la vista *como* ser-en-el-mundo [*in-der-Welt-seiend*]? Aquí debemos hacer una distinción. Al decir “yo”, el Dasein seguramente tiene en vista la entidad que, en cada caso, es él mismo. La interpretación cotidiana del Yo, sin embargo, tiende a entenderse a sí mismo en términos del ‘mundo’ que le concierne. Cuando el Dasein se tiene a sí mismo a la vista ónticamente, *no se ve* a sí mismo en relación con el tipo de Ser de esa entidad que él mismo es. Y esto es válido especialmente para el estado básico del Dasein, Ser-en-el-mundo». ―de_Being and Time_. Traducido por John Macquarrie & Edward Robinson, pp. 367-370